En la aviación comercial, hay ciertos asientos que muchos pasajeros evitan por temas de comodidad, ubicación o simple superstición. Uno de los más notorios es el 11A, popularmente considerado poco atractivo.
En algunos Boeing 737-800 de aerolíneas como Ryanair, este asiento promete una ventanilla que en realidad no existe, ya que en su lugar hay un panel ciego debido al sistema de ventilación que atraviesa esa sección del fuselaje.
Por lo que la ausencia de vista y el espacio reducido hacen que con frecuencia quede entre los últimos en la lista de elección. Sin embargo, ese mismo 11A acaparó la atención mundial tras el accidente del vuelo AI171 de Air India que partió de Ahmedabad rumbo a Londres.
El Boeing 787-8 Dreamliner despegó alrededor de las 13:30 h y, minutos después, sufrió una falla que lo hizo caer sobre una zona residencial. Pese a la magnitud del siniestro, un único pasajero sobrevivió: un ciudadano británico de 40 años, hallado con su tarjeta de embarque que marcaba claramente el asiento 11A.
Las imágenes del hombre, tambaleante pero consciente camino a la ambulancia, dieron la vuelta al mundo. El caso reavivó el debate sobre si la ubicación dentro de la cabina puede influir en la probabilidad de salir con vida de un percance. Estudios previos apuntan a que las filas cercanas a las salidas de emergencia o la parte trasera del avión podrían ofrecer una ventaja leve, aunque no existe consenso definitivo.
En el 787, el 11A se sitúa al inicio de la clase económica y relativamente próximo a una puerta de evacuación, un detalle que algunos analistas consideran pudo facilitar la escapatoria del pasajero, aunque el factor azar continúa siendo determinante.
Así, el polémico 11A —criticado por no brindar la “verdadera” experiencia de ventanilla— pasó de ser un asiento evitado a transformarse en símbolo de esperanza. Lo que antes se veía como una desventaja terminó representando el punto exacto donde la vida prevaleció sobre lo ocurrido.