El cáncer es una enfermedad bastante compleja que envuelve a numerosos trastornos en los que ciertas células del organismo empiezan a comportarse de una manera anormal.
Mientras las células en salud continúan un ciclo ordenado, crecen, cumplen su función y mueren cuando corresponde, las células malignas que se han desarrollado rompen ese equilibrio.
Empiezan a multiplicarse de forma descontrolada, no respetan los límites naturales del cuerpo y pueden invadir estructuras cercanas o incluso desplazarse hacia otros órganos del cuerpo, incluso esta expansión desordenada es la característica que convierte al cáncer en un problema de salud tan serio y, al mismo tiempo, tan diverso.
Pero, ¿por qué ocurre este proceso? La respuesta se encuentra en el ADN, este es la información genética de las células, cuando se producen mutaciones, cambia la información genética de las células, por lo que pierden la capacidad de regular su propio crecimiento.
Estas alteraciones pueden ocurrir por diversos factores, entre ellos se encuentran la predisposición genética, la exposición a sustancias nocivas como el tabaco o ciertos químicos, el consumo excesivo de alcohol, la contaminación ambiental, algunas infecciones virales, la radiación y diversos hábitos de vida poco saludables.
Es importante destacar que el cáncer no se manifiesta igual en todas las personas, ni afecta de la misma manera a cada órgano, los síntomas dependen de la zona del cuerpo donde se desarrolla la mutación celular y de la velocidad con la que las células anormales crecen. Aun así, hay señales generales que pueden despertar sospechas.
Una de las señales más frecuentes es la fatiga persistente, un cansancio que no se alivia con descanso, otra señal es la aparición de un bulto o un engrosamiento bajo la piel que no estaba allí antes. Cambios en el peso corporal sin motivo aparente, ya sea pérdida o aumento, también pueden indicar que algo no está funcionando correctamente.
Los cambios en la piel son otro aspecto importante a vigilar, algunas zonas del cuerpo se tornan amarillentas u oscuras, enrojecimientos que no desaparecen, heridas que tardan demasiado en cerrar o lunares que cambian de forma, tamaño o color.
Por otro lado, algunas personas experimentan cambios en los hábitos de evacuación intestinal o urinaria, así como una tos persistente, dificultad para respirar, ronquera o problemas para tragar.
También pueden presentarse molestias digestivas prolongadas, malestar al comer, dolores musculares o articulares sin explicación y episodios de fiebre o sudoraciones nocturnas que no se relacionan con infecciones. El sangrado inusual o la aparición de hematomas sin causa evidente son otros signos que requieren atención inmediata.
Frente a cualquiera de estos síntomas, la consulta médica no debe postergarse. La detección temprana es una herramienta crucial en el manejo del cáncer. Cuando un tumor se identifica en etapas iniciales, las posibilidades de tratamiento exitoso aumentan de manera significativa, lo que puede traducirse en mejores resultados y una mayor calidad de vida.
Es importante destacar que este artículo tiene fines meramente informativos y no reemplaza la evaluación de un profesional de la salud.