Su casco se derritió y perdió parte crucial de su rostro, incluyendo ojos, nariz, labios y orejas. El impacto le dejó una vida llena de dolor y dependencia: por años se ocultó tras gorras, gafas oscuras y orejas prostéticas, y necesitó más de 70 cirugías reconstructivas que apenas mitigaron su sufrimiento
En agosto del año 2015, Patrick se sometió en el Centro Médico NYU Langone, bajo la dirección del Dr. Eduardo D. Rodríguez, al trasplante de rostro más extenso realizado hasta entonces. La operación, de 26 horas y con más de 100 profesionales involucrados, le implantó la cara de un joven ciclista donante, David Rodebaugh, coincidiente en medidas craneofaciales y tipo sanguíneo
Hoy, siete años tras la cirugía, Patrick ha recuperado funciones vitales que creyó perdidas: puede cerrar los ojos, sonreír, hablar con claridad y volver a conducir. Gracias a su compromiso con la recuperación (medicación, ejercicios y cuidados periódicos), no ha experimentado rechazo del trasplante, algo casi sin precedentes en este tipo de operaciones
La transformación no es solo física, sino también emocional: ya no es el centro de las miradas ni las reacciones de sorpresa en público. Ha vuelto a hacer cosas simples, pero profundas: ir de compras, nadar en la piscina con sus hijos y disfrutar de momentos familiares, como su viaje a Disney World .
El trasplante no solo restauró su aspecto, también devolvió su autoestima y bienestar. Patrick ha vuelto a integrarse plenamente en su comunidad, retomando reuniones con bomberos, dando conferencias motivacionales y fomentando la donación de órganos. Su experiencia demuestra que, más allá del desafío técnico, este tipo de cirugía puede cambiar vidas
Además, su éxito marcó un hito para la medicina: el uso de injerto óseo selectivo del donante, combinado con un riguroso protocolo de inmunosupresión, permitió reducir dosis de medicamentos y evitar episodios de rechazo. Este avance ha abierto nuevas puertas para futuros trasplantes faciales y otras reconstrucciones complejas .
