A pesar de su estado de salud delicado, el papa Francisco quiso estar presente en uno de los momentos más significativos del calendario litúrgico: la celebración de la Pascua.
Aunque no fue quien presidió la misa, apareció en el balcón central de la Basílica de San Pedro, sentado en silla de ruedas, para poder dar su bendición a los fieles que se encontraban reunidos en la plaza.
La ceremonia fue encabezada por el cardenal Angelo Comastri, quien dirigió el servicio. El tradicional mensaje “Urbi et Orbi”, que significa “a la ciudad y al mundo”, fue pronunciado por un arzobispo, transmitiendo las palabras y preocupaciones del pontífice ante los desafíos del mundo actual.
En su mensaje, el Papa hizo un llamado a la convivencia pacífica, el respeto entre culturas y la libertad de pensamiento y religión. Expresó su deseo de un mundo más justo, en el que se valore la dignidad de cada persona y se fomente el entendimiento entre todos.
Al concluir la ceremonia, Francisco fue llevado entre los asistentes, que lo recibieron con calidez y emoción. Su compromiso con la fe y con los fieles fue evidente en este enorme gesto simbólico.
Durante las celebraciones de Semana Santa, el Papa se ausentó de varias ceremonias importantes, como el Vía Crucis o el lavatorio de pies, pero su breve aparición dejó una profunda huella en todos.
Su liderazgo, marcado por la cercanía, la empatía y la firme defensa de los valores humanos, será recordado con respeto. Su ejemplo recuerda que la fe se vive con acciones, con compasión y con un firme compromiso hacia los demás.