Salud

Aumento de infartos en jóvenes: las señales que el cuerpo te envía antes de que sea tarde.

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En los últimos años, los especialistas han notado un incremento bastante preocupante en los casos de infartos en personas jóvenes, especialmente entre las edades de 25 y 45 años.

Lo que antes se consideraba una simple enfermedad asociada a la edad avanzada, hoy afecta a una generación que, sin saberlo, está viviendo al límite. No se trata solo de fumar o beber alcohol. El verdadero enemigo, silencioso y constante, es el estrés, el agotamiento y los malos hábitos que se han normalizado en la vida moderna.

Dormimos poco, comemos rápido y casi siempre con el teléfono en la mano. Pasamos horas frente a pantallas, trabajando o desplazándonos sin descanso, mientras el corazón, en silencio, empieza a enviar señales de advertencia. Pero esas señales suelen confundirse con simples síntomas de cansancio o ansiedad.

Según expertos en el área de cardiología, un año antes de un infarto el cuerpo ya empieza a avisar que algo no anda bien. Entre las señales más comunes se encuentran la fatiga constante, incluso después de dormir bien.

La falta de aire al subir escaleras o realizar algún ejercicio mínimo; dolores leves en la espalda, el cuello o el brazo izquierdo; hinchazón en los tobillos y episodios de ansiedad o sudoración sin motivo aparente.

El problema es que muchas personas interpretan estas señales como consecuencia del “estrés del día a día” o del “cansancio normal” que produce el ritmo acelerado de vida. Sin embargo, detrás de esos síntomas podría estar el inicio de una enfermedad cardíaca. Y lamentablemente cuando finalmente se acude al médico, en muchos casos ya es demasiado tarde.

Los cardiólogos coinciden en que la raíz de esta tendencia está en los hábitos poco saludables que caracterizan al estilo de vida actual. La alimentación basada en productos ultraprocesados, el consumo excesivo de azúcar, la falta de ejercicio y la vida sedentaria han provocado un deterioro progresivo en la salud cardiovascular de miles de personas jóvenes.

Además, existe un factor que agrava aún más el problema: la falsa sensación de bienestar. Muchos jóvenes no suelen realizarse chequeos médicos porque “se sienten bien”, y eso retrasa la detección temprana de posibles riesgos.

La realidad, sin embargo, es que un corazón puede estar en peligro sin mostrar señales evidentes hasta que ocurre un evento de bastante gravedad.

Pero no todo está perdido, debido a esto los especialistas han descubierto que el corazón puede recuperarse si se actúa a tiempo y se modifican los hábitos diarios.

Y lo mejor de todo es que los cambios no tienen que ser extremos, pero sí constantes. El primero se trata de dedicar al menos 30 minutos al día a moverse, ya sea caminando, corriendo o haciendo alguna actividad física, puede marcar una gran diferencia.

También es esencial dormir al menos siete horas por noche, evitando las pantallas antes de acostarse para permitir un descanso real a nuestro organismo.

Otro paso clave es reducir el consumo de alimentos ultraprocesados y preferir opciones más naturales: frutas, verduras, proteínas magras y granos integrales.

Y, por supuesto, realizar chequeos médicos anuales, como un electrocardiograma o un análisis de sangre básico, para monitorear el estado del corazón y detectar cualquier alteración que este pueda tener a tiempo.

El mensaje es bastante claro: el cuerpo siempre avisa antes de colapsar, pero depende de cada persona escucharlo y actuar. Esperar a que el corazón duela es esperar demasiado. La prevención es la herramienta más poderosa que existe, y comenzar hoy puede marcar la diferencia entre una vida saludable y una tragedia evitable.

Cuidar el corazón no es una opción, es una responsabilidad que todos tenemos por nuestra salud. No esperes a que te falte el aire para empezar a respirar mejor, hazlo a tiempo.

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