El cáncer de mama es tristemente uno de los tipos de cáncer más comunes entre las mujeres en todo el mundo, y la realidad es que una detección temprana puede marcar la diferencia entre un tratamiento exitoso y complicaciones graves.
Estudios indican que el cuerpo tiene la capacidad de enviar señales hasta un año antes de que la enfermedad se manifieste de lleno, pero muchas mujeres no las reconocen o las confunden con cambios naturales. Estar atenta a estos signos tempranos es clave para actuar a tiempo y proteger la salud.
Uno de los primeros indicios puede ser un cambio en la forma o tamaño del la glándula mamaria, si notas que uno de parece más grande, más pequeño o ligeramente caído en comparación con el otro, es importante no ignorarlo. La verdad es que las diferencias sutiles pueden pasar desapercibidas.
Otro signo relevante es la piel con hoyitos o enrojecida, un aspecto conocido como “piel de naranja”. Este cambio se debe a alteraciones en la textura de la piel causadas por la inflamación o por el engrosamiento del tejido subcutáneo. Aunque puede parecer un detalle simplemente estético, la presencia de esta característica requiere evaluación médica de inmediato.
El pezón también puede ofrecer señales de alerta. Si observas que se ha hundido de manera repentina, o que presenta secreciones, es fundamental acudir al mastólogo o ginecólogo sin demora. Los cambios en el pezón son indicadores que, combinados con otros síntomas, pueden orientar hacia la detección temprana de esta enfermedad.
Además, la aparición de un bulto o ganglio en la axila puede ser un signo inicial que algunas mujeres pasan por alto. Aunque muchas veces los ganglios inflamados son consecuencia de infecciones o inflamaciones menores causadas por virus, un nódulo persistente en esta zona podría indicar la presencia de células malignas.
Los especialistas recomiendan realizar un autoexamen mensual de los senos para familiarizarse con su apariencia y detectar cualquier anomalía. Además, a partir de los 40 años de edad, se recomienda realizar mamografías cada uno o dos años, dependiendo del historial familiar y los factores de riesgo en cada caso.
Detectar el cáncer de mama en sus etapas iniciales incrementa significativamente las posibilidades de tratamiento exitoso y puede salvar vidas. La educación y la concientización son herramientas fundamentales para la prevención, por lo que compartir esta información con familiares y amigas puede ser crucial.